jueves, 6 de marzo de 2008

Rafael de León

Hoy vamos a comenzar una nueva seccion en Momento balear, la bautizamos “el momento de los poetas”… en donde leeremos aspectos de la vida de artistas de la pluma, que de un modo u otro han dejado su marca en la historia de las letras, y la ilustraremos con alguna versión cantada de alguna de sus obras más conocidas.
La incluiremos en cada programa como un homenaje a la vida, porque creemos que la vida está llena de poesía y que disfrutarla plenamente es, justamente, el mejor homenaje que podemos hacerle.
Para esta primera entrega elegimos a un autor español nacido en Sevilla, un jueves 6 de febrero de 1908. Su nombre RAFAEL DE LEÓN.

fuente: www.los-poetas.com

Don Rafael nació, como dijimos antes, un jueves 6 de febrero de 1908, en la misma calle donde casi 34 años después nacio el conocido poeta Manuel Machado.
Su nombre completo “Rafael de León y Arias de Saavedra”, fue el primogéntico de la pareja formada por José de León y Manjón y de María Justa Arias de Saavedra y Pérez de Vargas, condes de Gómara. A los pocos días de su nacimiento fue bautizado en la iglesia de la Magdalena, y le fueron impuestos los nombres de Rafael María, José, Jerónimo, Doroteo, Alberto, Melchor. Entre los vástagos de familias de la nobleza y la alta burguesía, era muy corriente atiborrarles de una larga retahíla de nombres que llegaba hasta lo ridículo.
Estudió en diversos colegios privados de órdenes religiosas, todas ellas en Andalucía.
En el año 1926 inicia en la universidad de Granada, los estudios de la carrera
de Derecho. Allí llegó a conocer a otro insigne poeta: Federico García Lorca, con quien entabla una buena amistad.
Tiene Rafael, -a decir de algunos de sus estudiosos-, una impregnación del estilo poético de García Lorca que se rezuma a través de toda su obra.
En el año 1931 con la caída de la monarquía, se instala en España la II República, y el joven Rafael no parece que la recibe con hostilidad, a pesar de su procedencia de linajes propicios a la monarquia. Lo que sí quedó claro y se trasluce a través de su obra poética, la distancia crítica con la que observa al mundillo de la nobleza. Se cuenta de él –aunque no está bien confirmado- que llegó a escribir un himno a la
República.
Solía asistir a los cafés cantantes y teatros de variedades de Sevilla. En
estos ambientes se sentía Rafael "como pez en el agua" y allí fue haciendo amistades, participando del ambiente liberal y permisivo que concedía el nuevo régimen republicano. En esos ambientes fue donde conoció y colaboró con el letrista Antonio García Padilla, alias "Kola", -padre de la conocidísima actriz y cantante Carmen Sevilla-, y de aquella relación surgieron algunas canciones conocidas. Como letrista, "Kola" no llegaba ni con mucho a la depurada calidad de Rafael; pero éste, aceptó de buen grado el ser colaboradores en la firma de canciones, ya
que de esa manera se le facilitaba la entrada, por la puerta grande, en ese mundillo hostil para un aristócrata, de la creación artística en los cabarets y salas de moda.

En 1932, Rafael se traslada a Madrid bajo la influencia del gran músico sevillano Manuel Quiroga, que junto con el autor teatral Antonio Quintero, llegaría a formar el
prolífico trío "Quintero, León y Quiroga" con el que tienen registradas más de cinco mil canciones. Al producirse la guerra civil española, Rafael de León se encontraba en Barcelona; allí es encarcelado, como tantos otros del mundo de la farándula, toreros, cantantes, etc. acusado de monárquico o derechista.
Y allí en la cárcel, quizás para hacer valer su condición de neutral o tal vez de simpatizante de la causa republicana; quizás por estricto sentido de la verdad, declara tener una buena amistad con destacados poetas republicanos como León
Felipe; Federico García Lorca y Antonio Machado.

Rafael de León pertenece por derecho propio a la denominada "Generación del 27" de los poetas españoles, aunque un incomprensible olvido ha hecho que nunca figure en esa nómina.
De ningún poeta español de este siglo que acaba, han sido tan recitadas sus poesías y tan cantadas las letras de sus canciones, pero incomprensiblemente sigue siendo el gran ausente al hacer recuentos dentro del ámbito de la cultura popular española de
posguerra. La obra poética de Rafael de León, queda dividida en esos dos grandes apartados: poesías propiamente dichas, y letras para canciones. En muchos casos unas y otras tienen un inconfundible parentesco por derivar, alimentarse o
inspirarse las unas de las otras, o viceversa. Su primer libro de poesías
«Pena y alegría del amor» aparece publicado en 1941.
Rafael dejó el mundo terrenal un jueves frío, en Madrid, la fecha 9 de diciembre de 1982.

El tema que elegimos para ilustrar este pequeño homenaje a un grandde las letras es justamente “Pena y alegría del amor”, interpretado maravillosamente por el conjunto argentino Los Carabajal.
[en este blog reproducimos la letra de la canción, la vresion en audio fue emitida en la edición radial correspondiente]


Pena y alegría del amor

Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.

Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.

¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría,
quererte como te quiero!

Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.

Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.

Ayer, en la Plaza Nueva,
—vida, no vuelvas a hacerlo—
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño,
y cómo lo besarías
—¡ay, Virgen de los Remedios!—
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

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